El verano es una época muy esperada por niños y niñas, una temporada asociada al descanso, el juego y la desconexión de las rutinas escolares. Sin embargo, también puede ser un momento propicio para reforzar aprendizajes y mantener activos ciertos hábitos de estudio que ayudarán a comenzar el nuevo curso con mayor confianza. Los deberes escolares de repaso no deben percibirse como una carga, sino como una oportunidad de aprendizaje en familia, siempre que se gestionen con flexibilidad, empatía y sentido común.
El propósito de los deberes de verano no es agobiar ni sustituir el merecido descanso de las vacaciones, sino más bien evitar el olvido de conocimientos adquiridos durante el año escolar. Numerosos estudios señalan que una parte significativa de lo aprendido puede perderse si no se practica durante las vacaciones largas. Por eso, muchas escuelas recomiendan actividades ligeras, como cuadernos de repaso o lecturas, que permitan reforzar contenidos sin sobrecargar a los estudiantes. El objetivo no es continuar con el ritmo académico del curso, sino encontrar un equilibrio saludable entre el descanso y el repaso. No obstante, se recomiendan al menos 2-3 semanas en las que el niño/a tenga vacaciones totales, sin tarea, para que al igual que los adultos, pueda descansar y desconectar.
Acompañamiento emocional
Para que este proceso sea realmente útil y no cause tensiones en casa, es fundamental el acompañamiento emocional por parte de los adultos. Los niños deben sentir que estudiar un poco cada día no es un castigo, sino una forma de cuidar su aprendizaje y su desarrollo personal. Validar sus emociones, escuchar sus quejas sin juzgarlas, y reconocer el esfuerzo que hacen, aunque las tareas sean breves, es clave para mantener una actitud positiva. También es importante tener en cuenta que cada niño aprende de forma distinta: algunos necesitan más tiempo o más apoyo, y otros avanzan mejor si se sienten autónomos. Adaptar las expectativas a la realidad de cada niño es una muestra de empatía y comprensión.
Para facilitar este acompañamiento y lograr que los deberes de verano se integren de forma natural en la vida familiar, aquí compartimos algunas estrategias prácticas:
- Establecer una rutina flexible: Dedicar un momento fijo del día al repaso, como por la mañana después del desayuno, puede ayudar a que el niño lo incorpore como parte de su día sin que interfiera con el resto de sus actividades recreativas.
- Fijar metas realistas: No es necesario trabajar muchas horas. Un tiempo breve, de entre 15 y 30 minutos de lunes a viernes, dependiendo de la edad, es suficiente si se mantiene con constancia. Es preferible un poco cada día que largas sesiones ocasionales.
- Crear un espacio agradable para estudiar: Un entorno tranquilo, ordenado y sin distracciones favorece la concentración. Involucrar al niño en la organización de su espacio de estudio puede aumentar su motivación.
- Reforzar el esfuerzo y celebrar los logros: Valorar el empeño más que el resultado ayuda a mantener la autoestima. Reconocer los avances, por pequeños que sean, incrementa la motivación y refuerza el vínculo entre padres e hijos.
- Incluir el juego como herramienta educativa: Muchas habilidades pueden reforzarse de manera lúdica. Juegos de lógica, actividades al aire libre con componentes matemáticos o lingüísticos y la lectura son excelentes aliados del aprendizaje. Aprender no tiene que ser necesariamente hacer cuadernillos.
- Evitar presionar en exceso: Acompañar de forma respetuosa y comprensiva es más efectivo que imponer. El objetivo no es terminar todos los ejercicios del cuaderno, sino mantener el vínculo con el aprendizaje de una forma saludable y sin conflicto.
El verano, además de ser tiempo de descanso, también puede ser una oportunidad para reforzar la relación entre padres e hijos a través del aprendizaje compartido. Fomentar un equilibrio entre ocio y responsabilidades no solo mejora la disposición hacia los estudios, sino que también favorece la autonomía, la organización y la confianza en uno mismo. Al final, lo que queda no es solo el contenido repasado, sino la experiencia emocional que acompaña ese proceso.
Cada familia puede encontrar su propio ritmo y forma de acompañar este momento. Lo importante es recordar que lo académico no debe estar reñido con el disfrute, y que aprender puede ser también parte del juego, de la conversación y de la vida cotidiana.
Lucía Camacho Serrano
Neuropsicóloga/ Terapeuta infantil