Una de las claves principales del enfado es entender que tiene que ser “traducido”, es decir, que debajo existe una información o un mensaje que se quiere transmitir.
Los más pequeños muchas veces no poseen la capacidad reflexiva y por tanto las palabras adecuadas para expresar qué es lo que están sintiendo.
Cuando tu hijo se enfada no es una elección aleatoria, sino que probablemente debajo de esta emoción, él tenga una reflexión construida sobre lo que le hace enfadarse.
Un ejemplo de ello me lo proporcionó una de las familias con las que estuve trabajando: “Nos estábamos preparando para salir y le ayudamos a vestirse con una ropa nueva que teníamos preparada para él, según la vio nos decía que no, que eso no se lo quería poner… así estuvimos media hora intentando que se vistiera y claro, acabamos llegando tarde”. Cuando me contaron esto yo les pregunté si tras el enfado (cuando el peque estuviera más calmado), lograron preguntarle por qué no se quería ponerse esa ropa y ellos mismos me respondieron que su hijo les había dicho que no se quería poner esa ropa porque sabía que iba a jugar con sus amigos al fútbol, se iba a manchar y no quería que le regañaran por ello, porque la ropa era nueva.
Este, es un ejemplo perfecto de cómo el niño de 6 años había elaborado y analizado en su cabeza que la consecuencia de ponerse esa ropa nueva iba a ser probablemente un castigo o una bronca de sus padres, no es aleatorio el comportamiento del pequeño, es algo reflexivo y concienzudo si lo pensamos, sin embargo, lo primero que solemos ver los adultos es el enfado, las pataletas, la negación y el desafío.
En cuanto a los enfados es importante dejar sentir la emoción y pasar al diálogo cuando se haya calmado, porque en el pico de emoción no se puede acceder a la conversación, la emoción ocupa todo el lugar.
El enfado es una emoción compleja, expresarla puede tener muchas consecuencias: “se van a enfadar conmigo si yo me enfado”, “si la lio me van a regañar”, “no puedo enfadarme porque doy una mala imagen”, “quieren que me comporte así, no me puedo enfadar”, entre otras.
Estas reflexiones son complejas y los más pequeños muchas veces no llegarán a verbalizarlo como se ha escrito anteriormente pero ellos saben que muchas veces sus enfados tienen consecuencias y muchas veces intentarán evitarlas; lo cierto es que el enfado es necesario, al igual que las crisis, porque son puntos de inflexión donde se puede aprender mucho de uno mismo y del resto, y al igual que las demás emociones tenemos que expresarlas, sino “se nos quedarán dentro y saldrán de otra manera”, en ocasiones como dolencias o estrés.