Cuando cuidamos de alguien de forma prolongada, es fácil que nuestro bienestar quede en segundo plano. Asumir el cuidado de un familiar con una enfermedad crónica implica cambios vitales y absorbe nuestro tiempo y energía, lo que puede llevar al agotamiento físico, mental y emocional.
El llamado síndrome del cuidador quemado puede manifestarse con cansancio extremo, insomnio, y emociones como la tristeza, ansiedad, o frustración. También aparecen sentimientos de culpa, pérdida de interés en actividades gratificantes y aislamiento social, lo que hace que la persona cuidadora pierda la conexión consigo misma y con su entorno.
Algunas claves para prevenir este desgaste y recuperar el equilibrio son:
- Reconocer y expresar las emociones. Hablar de lo que sentimos, sin juzgarnos, ayuda a aliviar la carga emocional y a generar vínculos de apoyo.
- Priorizar el autocuidado. Dormir lo suficiente, alimentarse de forma saludable, moverse a diario y reservar tiempo para hobbies o actividades gratificantes es esencial. Esto favorecerá poder conectar nuevamente con las propias necesidades físicas y emocionales.
- Aprender a pedir ayuda. Compartir responsabilidades con otros familiares o recurrir a recursos asistenciales permite reducir la sobrecarga.
- Establecer límites. Decir que no a demandas que no sean urgentes o necesarias ayuda a preservar energía y recuperar espacios propios, fomentando también la autonomía de la persona dependiente.
- Buscar apoyo e información. Asociaciones, centros de salud o grupos de apoyo ofrecen orientación y comprensión.
Cuidar de alguien enfermo es un acto de entrega y amor, pero nadie puede sostener a otros si no se cuida a sí mismo. Permitirte descansar, pedir ayuda y reservar tiempo para ti es la base para seguir estando presente de una forma más sana y equilibrada. Si la situación te sobrepasa, recuerda que pedir apoyo profesional también es una forma de autocuidado y un paso más hacia el bienestar.
Amanda Rivera Gómez. Psicóloga Sanitaria
Dpto. de Adultos, Pareja y Familia