Probablemente el mundo funcionaría mejor si niños, niñas y adolescentes pudieran ejercer su derecho al voto. Se tendrían más en cuenta las políticas sociales, y de educación que les afecta en su día a día. Asimismo, se daría mayor relevancia a las políticas contra la pobreza infantil, la promoción de las medidas protección y bienestar del entorno familiar.
Si pudieran votar, sus voces se escucharían más, como miembros activos de la sociedad, y esto no implica responder a sus deseos, sino tener más en cuenta sus necesidades.
Cuando los adultos ejercemos nuestro voto raramente pensamos en ellos, hay muchas otras prioridades antes, por lo tanto, no estamos cumpliendo con las responsabilidades de la infancia.
Niños, niñas y adolescentes no son el futuro del país, son el presente, y no interesa si los resultados no se ven en menos de cuatro años.
Hoy Marcos, un niño de 6 años, ha removido nuestras conciencias, sin entender por qué no puede participar aportando su opinión a través del voto, a pesar de que sus progenitores se lo han explicado. Este es uno de nuestros retos contra las carencias de nuestro sistema de protección a la infancia. Los adultos tenemos la responsabilidad de hacer un mundo más apto, amable y justo para la infancia de hoy.
Os dejamos con él.
Mercedes Bermejo
Psicóloga Infantojuvenil y Terapeuta Familiar