Mercedes Bermejo estuvo ayer en Onda Madrid con Nieves Herrero dando su opinión profesional sobre los aspectos psicológicos de la víctima del delito sexual de La Manada.

Se ha analizado el manifiesto que han firmado 1.800 psicólogos y psiquiatras como protesta contra la sentencia de La Manada, haciendo especial hincapié en la necesidad de que los profesionales tengan una formación de calidad en perspectiva de género.

Os dejamos a continuación el manifiesto.

Agradecer a Onda Madrid y en especial a Nieves Herrero contar con los profesionales de Psicólogos Pozuelo y su trato atento y amble en todo momento.

 

Manifiesto integro de psicólogos y psiquiatras sobre la sentencia de La Manada

«A propósito de la sentencia emitida sobre los cincos jóvenes sevillanos condenados por un delito de abuso sexual y del debate que se está produciendo estos días, desde nuestro profundo y enérgico rechazo a la misma,  las personas abajo firmantes emitimos un comunicado elaborado por profesionales de la psicología y psiquiatría, entre quienes que se encuentran especialistas en el tratamiento psicoterapéutico de víctimas de diversas formas de maltrato, abuso sexual, abandono y negligencia. Con este comunicado, que aúna la voz de más de 900 profesionales de la psicología y psiquiatría, queremos lograr un doble propósito. Por un lado, aportar información científica que pueda contribuir a esclarecer algunos aspectos problemáticos de este caso. Por otro lado, realizar una reflexión pública acerca de la necesidad de cambiar el foco de análisis a la hora de aportar soluciones para un problema que nos interpela como sociedad en general, como es el patriarcado y sus consecuencias. Nos mueve, además, un deseo de colaborar con la Justicia como parte de  una ciudadanía responsable y como profesionales especializados en esta área de conocimiento.

En primer lugar, aunque entendemos que el foco no ha de ponerse en la víctima, como explicaremos más adelante, queremos ofrecer desde aquí nuestro conocimiento sobre el impacto traumático que diversos sucesos y acontecimientos causan en las personas y en cómo éstos determinan sus reacciones. En este sentido,  creemos que nuestra aportación puede arrojar luz a una labor tan sumamente compleja y delicada como es la determinación o no, en este caso, del consentimiento de la víctima y de sus posibles reacciones ante una situación como la que describen los hechos probados.

De acuerdo a la Teoría Polivagal de Porges, ante una situación de muerte, lesión grave o violencia sexual, o la amenaza de las mismas, es común  una respuesta de inmovilización cuando no es posible huir ni escapar. En estas situaciones, se activa la rama dorsovagal del sistema nervioso parasimpático, con el resultado de una respuesta de inmovilización y apnea, con latidos más lentos del corazón.  Esta es una forma rápida de reacción de nuestro sistema nervioso para tratar de sobrevivir y minimizar el impacto del suceso amenazante cuando, como hemos dicho, no es posible huir ni escapar. Por tanto, en una situación así, quizá no sea lo más conveniente insistir en la cuestión de un consentimiento o de una resistencia,  ya que esta capacidad estará anulada y es una agresión en sí. Esta teoría ha sido demostrada científicamente y avalada por profesionales especialistas en trauma y de alto prestigio a nivel internacional como lo son Stephen Porges, Daniel Siegel, Pat Ogden, Bessel Van der Kolk, entre otras personas.

Tampoco hay lugar para preguntarle a la víctima, ni es determinante el hecho de que tuviera respuesta sexual, pues en este momento el organismo genera sustancias para producir una analgesia frente al dolor, estando disociada e inmovilizada, como antes mencionábamos.

Por último, en cuanto a la capacidad de resistir y recuperarse de la crisis de adversidad, conocida como resiliencia, en todo caso habría que apoyar la superación que se ha podido llevar a cabo tras la experiencia traumática, en lugar de criticarla o someterla a vigilancia. Lo contrario, es un comportamiento realizado desde la ignorancia, pues solo sirve para  seguir agrediendo a la víctima e incluso contribuir a la retraumatización.

A la luz de la evidencia científica, como profesionales de la psicología y la psiquiatría consideramos por tanto esencial que los informes periciales que se emitan en procesos como éste cuenten con el asesoramiento técnico de personas expertas en trauma. Por otra parte, resulta imprescindible que los profesionales de la Justicia, los Cuerpos de Seguridad del Estado y, en general, todo el personal técnico implicado en este tipo de casos reciba formación con perspectiva de género.

Por otro lado, como profesionales de la psicología y psiquiatría, somos perfectamente conocedores de que los seres humanos interpretamos la realidad que nos envuelve desde nuestros filtros mentales y emocionales, que a su vez se configuran en relación a nuestra cultura, los vínculos afectivos significativos y nuestras experiencias vitales.

En este sentido, nos parece profundamente sintomático de la sociedad misógina y patriarcal en la que vivimos el excesivo peso que ha tomado el debate en torno a la víctima y no en torno a las medidas que puedan ayudarnos a conseguir una sociedad libre de violencias machistas. Entendemos que el patriarcado, como sistema cultural y de valores,  constituye un marco interpretativo en el que debemos inscribir tanto la propia agresión como las leyes que rigen nuestra justicia, así como la actuación de los profesionales que la aplican. En esta sociedad misógina, es la actuación de todas y todos, desde policías que cuestionan situaciones de violencia hasta jueces que las confunden con jolgorios,  lo que conforma un caldo de cultivo para la violencia que aquí denunciamos. Así, la mujer, y en particular su cuerpo, sufren una cosificación que la transforma de persona en objeto. Un objeto que, como tal, puede ser utilizado, ni siente ni padece, y por consiguiente no es vulnerable al sufrimiento.

Paralelamente,  conocemos a la perfección el tipo de imaginarios colectivos misóginos que dominan nuestra sociedad, conforme a los cuales tenemos instaurado que las mujeres  necesitan ser insistidas, y aceptan el sexo aunque “en principio no quieran”. Creemos que esta fantasía, muy arraigada en nuestra cultura, motiva gran parte de las preguntas de jueces y juezas  en este tipo de procesos, que constantemente cuestionan las reacciones de la víctima. Así, son estas víctimas las que han demostrar que no lo desean, resistiéndose explícitamente a pesar de que la paralización y el bloqueo sean reacciones propias y normales ante el pánico, como hemos señalado antes.  Lejos de contribuir a ayudar a la salud de la víctima y al propósito de la justicia, consideramos que esto solo consigue culpabilizar a la persona agredida, retraumatizarla y revictimizarla.

Precisamente para superar estas situaciones, los y las profesionales de la psicología y la psiquiatría consideramos que es necesaria la formación obligatoria en perspectiva de género en todos los organismos oficiales y ámbitos profesionales, juntamente con la educación emocional. Esta combinación de educación emocional y perspectiva de género, de forma transversal y estructural, puede ayudarnos, en primer lugar, a recuperar una dimensión tan mutilada por el patriarcado como es la emocionalidad, tan necesaria para el empoderamiento de las mujeres como para la reinserción de los agresores. Además, resulta fundamental que estas dos perspectivas actúen también en el ámbito de la prevención, evitando educar sujetos para quienes la violencia forme parte de una relación sexual. Para ello, debemos ofrecer espacios educativos y psicoterapéuticos donde los hombres y la sociedad en general puedan repensar las masculinidades,  reconstruyendo la mirada hacia la mujer y el espacio sexual.»

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